Una de mis pasiones es el mundo del ferrocarril. Intento evocar e investigar su pasado y cuando puedo disfruto de su presente. Mi madre es natural de Peñarroya y los veranos de mi infancia transcurrieron por sus calles y campos, a la sombra de las ruinas de la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya y cautivado por su mitología.

domingo, 24 de marzo de 2019

LA YUTERA de Peñarroya. Génesis y características

Unos de los aspectos que más me fascinan de la historia de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (SMMP) fue su tremenda actitud de emprendimiento y rentabilización de los medios materiales con que se encontraron sus gestores. Al menos en el periodo anterior a la Guerra Civil.

Con motivo de los trabajos de restauración de la chimenea de “La Yutera” de Peñarroya-Pueblonuevo, he querido redactar este trabajo. Tales labores están siendo gestionadas por los amigos de la asociación ciudadana y sin ánimo de lucro La Maquinilla. Proyecto que no se podría estar llevando a cabo sin los donativos económicos aportados por ciudadanos. Y me consta que no está siendo tarea nada fácil.



Para comprender la importancia que tiene restaurar y poner en valor esta chimenea creo necesario explicar que fue La Yutera. Que más allá de ser un recinto compuesto por dos fábricas, una de tejidos y la otra de papel, dentro de ella se tejieron las vidas de trabajadores y trabajadoras hasta 1968. Y para hablar de su génesis hemos de alejarnos en el tiempo y el espacio hasta remotas explotaciones mineras metálicas en la provincia de Ciudad Real.

A mediados del siglo XIX comenzaron los trabajos en unas ricas minas de galena argentífera (con altos contenidos de plomo y plata) en el criadero de El Horcajo, localizado al sur de Ciudad Real en el término municipal de Almodóvar del Campo. Concretamente en 1858 fueron denunciadas una serie de concesiones mineras gracias al descubrimiento de afloramientos filonianos en superficie. Empezaron a excavarse pozos y galerías, y cinco años después ya se empleaban máquinas de vapor para su desagüe. En 1870 nació la compañía “La Minera Española” que adquirió más concesiones y aportó más máquinas de vapor de gran potencia. En 1875 llegaron a extraerse 2403 toneladas de galena. Pero hubo dos factores que desde el principio condicionaron seriamente la viabilidad económica y técnica de estas minas: el transporte y las aguas subterráneas. En 1876 se empleaban 10 máquinas de vapor de las que 2 de 70 CV se empleaban exclusivamente al bombeo de las aguas que se filtraban por pozos y galerías. Y cuanto más se profundizaba, mayor era el problema. Respecto al transporte, tenemos el dato de que en 1877 se empleaban 85 hombres y 290 caballerías para transportar los minerales extraídos hasta la estación de Veredas, de la línea de Ciudad Real a Badajoz. En línea recta, medido con Google Earth, vemos que hay algo más de 20 km entre los dos lugares. Pero tal magnitud debe ser incrementada generosamente ya que El Horcajo se encuentra enclavado en el centro de una hermosa serranía. Una vez superada esta, caballerías y arrieros debían de cruzar todo el Valle de Alcudia y salvar otra modesta cadena de montes hasta llegar al mencionado ferrocarril. Y por este mismo camino se debían de transportar, en sentido contrario, el carbón procedente de Peñarroya con que se alimentaban las máquinas de vapor y madera portuguesa para el entibado de galerías. Como dato, en 1874 se consumieron 2612 toneladas de carbón procedente del Valle del Guadiato. No obstante, las explotaciones continuaron creciendo llegando a extraerse, en 1903, 13.423 toneladas de galena gracias al empleo de 920 obreros. Desde 1882 el Banco de París era el propietario de las minas, para cuya explotación creó en 1904 la “Sociedad Minero Metalúrgica del Horcajo”. Pero la emanación de agua seguía siendo un problema cada vez mayor. Sobre todo cuando se llegaron a perforar pozos y galerías a más de 500 metros de profundidad. Las máquinas de vapor no daban abasto con los caudales en torno a 10.000 metros cúbicos de agua al día. Una solución hubiese sido instalar más bombas y máquinas de vapor, con sus correspondientes costes fijos. A lo que se hubiese tenido que sumar el aumento en los costes variables por el mayor consumo de carbón, mediante los rudimentarios medios de transporte por tracción sangre descritos. Y es aquí en donde apareció la SMMP, que pasó a gestionar las instalaciones mediante la constitución de la “Nueva Sociedad de las Minas de Horcajo”, como solución económica y administrativa. Y la cuestión del agua se resolvió mediante la llegada de la nueva fuerza que estaba reconfigurando la industria a nivel mundial: la electricidad. Se instalaron bombas centrífugas movidas por motores eléctricos de gran potencia. La energía llegó desde la misma Peñarroya a través de una línea eléctrica de corriente alterna trifásica en alta tensión. La cuestión del transporte vino a ser remediada en 1907 mediante el tendido de un ferrocarril, de vía de 60 cm, que comunicó El Horcajo con la localidad cordobesa de Conquista. Allí los minerales eran transbordados al ferrocarril de vía métrica que llegaba hasta la fundición de Pueblonuevo del Terrible. Pero poco después hubo un giro dramático de los acontecimientos y, en 1911, cuando se empleaban casi 1000 trabajadores y las galerías habían alcanzado los 600 metros de profundidad, los filones metálicos se agotaron. En 1912 cesaron los trabajos, quedando tan solo 155 trabajadores para el mantenimiento de las instalaciones.

De forma paralela a lo acontecido en El Horcajo durante aquellos años, a unos 15 kilómetros (en línea recta) en dirección noroeste del casco urbano de Almodóvar del Campo, SMMP explotaba las minas de San Quintín. En una de ella, “San Froilán”, además de plata y plomo se obtenía mineral con un buen contenido de cinc. Para su rentabilización SMMP decidió crear en Pueblonuevo del Terrible una modesta fábrica metalúrgica compuesta por cuatro hornos: dos de tostación y dos de reducción en retortas horizontales. Aunque no deficitaria, la rentabilidad obtenida por esta instalación industrial no fue cuantiosa. Entró en funcionamiento en 1907, pero la competencia ofrecida por la Real Compañía Asturiana de Minas en cuanto a venta de cinc era enorme. Además, el volumen de materia prima obtenido era pequeño. En las formaciones filonianas de Sierra Morena, Extremadura y La Mancha el cinc raras veces aparece asociado con el plomo. Se llegó a un acuerdo con el mencionado competidor para refinar el cinc fundido por SMMP en su factoría de Arnao, salvo una parte empleada en el proceso físico-químico para separar la plata del plomo. Pero resulta que esta humilde fábrica de Pueblonuevo contó a partir de 1910 con un taller para la obtención de ácido sulfúrico a partir de bióxido de azufre que se desprendía en la tostación de las minerales de cinc, llamados blendas. En vez de dejar escapar estos compuestos químicos a la atmósfera, SMMP volvió a aplicar criterios de rentabilidad y sostenibilidad. Pero el ácido obtenido resultaba poco competitivo en mercados alejados del Valle del Guadiato, por culpa de los costes de transporte. Por este motivo la producción de ácido sulfúrico se enfocó en la elaboración de otros dos productos químicos: óleum y superfosfatos. Los segundos comenzaban a ser demandados en aquella época por los agricultores españoles. Y para su venta era conveniente un buen empaquetado en sacos y embalajes de papel o tela.

Hemos de regresar a El Horcajo y su dramático destino en 1912. No creo que SMMP fuera consciente de lo que iba a suceder cuando había decidido adquirir estas minas unos años antes. O si, quien sabe. El caso es que tuvo que hacer frente a la situación. Y mal vender y salir corriendo no fue la opción escogida. Dentro del activo absorbido se incluía una finca rústica de 6919 hectáreas, dentro de la que quedaban descartados posibles explotaciones mineras. Se extendía por las propiedades de los quintos de Navarillo, La Garganta, Los Cerros y el Horcajo. Los técnicos de SMMP, bajo los preceptos emprendedores de Charles y Fréderic Ledoux, se complicaron la vida y plantearon el aprovechamiento de aquellos parcelas mediante su reconversión en zonas de cultivo. Es más, se procedió a la compra de más terrenos. Entre ellos Matas Hermosas, Navaquemada, Añoras y Torneros. Finalmente la finca pasó a tener una extensión de 15600 hectáreas dentro de los términos municipales de Almodóvar del Campo y Brazatortas. A partir de entonces sería designada como finca de La Garganta.

En 1912, el año del cierre de las minas del Horcajo, se puso en marcha un servicio forestal bajo la dirección facultativa de un ingeniero de montes. Los parajes agrestes fueron repoblados con pinos y eucaliptos. Las zonas de monte bajo fueron roturadas de cara al cultivo agrícola, mientras se construían viviendas, caminos, sistemas de riego y otros servicios.

Para los trabajos de limpieza y obras de explanación, construcción de caminos y canales, SMMP trasladó a la zona tractores de vapor. Ingenios apenas visto hasta el momento en aquella España económicamente atrasada.





La Garganta se extendía por una meseta bien expuesta a la radiación solar. Con una altitud media de 650 metros y con picos que superan los 1000, reunía condiciones excepcionales para la selvicultura y cultivos agrícolas. Se complementaba además con un bello parque natural, rico en agua y caza mayor. Su riqueza hidrológica dio lugar a la construcción de una presa por parte de la SMMP y una red de abastecimiento que, con una longitud superior a cien kilómetros, llegó hasta el mismo Pueblonuevo. En cuanto a la actividad cinegética, ha sido y es objeto de codicia hasta nuestros días.

Según podemos saber gracias a la Revista Minera, en 1913 SMMP decidió reducir los gastos en compra de sacos para el empaquetado de los superfosfatos, fabricándolos ella misma. Para ello crearía una sociedad filial denominada “Sociedad Española de Tejidos Industriales”. El mismo medio de comunicación daba a conocer en 1916 que ya estaban montadas las fábricas de papel y tejidos.  

Las principales materias primas fueron aportadas por la finca de La Garganta. Así se logró reorientar el uso de medios técnicos y humanos tras el tropiezo empresarial sufrido con el agotamiento de los criaderos de El Horcajo. El mismo ferrocarril de ancho 60 cm tendido para el transporte de minerales sirvió para dar salida a materias agrícolas y forestales.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, SMMP comenzó a experimentar un fuerte incremento en sus negocios, merced a las necesidades industriales de los países beligerantes y de la neutral España. Fue la primera gran guerra mecanizada de la era industrial. Y que como todos sabemos, sirvió de matadero para millones de hombres europeos. Gran parte de ellos trabajadores industriales. Es aquí donde volvió a tomar protagonismo el papel de la mujer al frente de la industria. Al contrario que en etapas previas de la Revolución Industrial, esta vez lo hicieron bajo dogmas Tayloristas. Desde las cúpulas directivas se observó la ventaja que aportaba el empleo de mano de obra femenina. Las condiciones técnicas y la existencia de máquinas automáticas, junto con la estricta aplicación de la división del trabajo, ya no hacía necesario el uso de mano de obra ruda y altamente cualificada. Se podía reemplazar a obreros por mujeres que en cortos plazos de tiempo lograban instruirse en las tareas a ejecutar. Este criterio respecto a la mano de obra femenina fue aplicado por SMMP para sus nuevas fábricas de papel y productos textiles, siendo junto con los lavaderos de carbón las únicas instalaciones industriales en las que SMMP empleó a mujeres. 

La primera planta en terminarse fue la textil, en 1917. Bajo una cubierta con forma de diente de sierra, 50 grupos productivos comenzaron a funcionar con éxito. Esta tipología de nave industrial compuesta por módulos en diente de sierra acabó convirtiéndose en uno de los arquetipos del paisaje industrial. Su diseño responde a la búsqueda de una formulación arquitectónica apropiada para las necesidades industriales, logrando una adecuada iluminación y ventilación de los grandes espacios productivos. Es un tipo de cubierta que venía siendo ensayada desde mediados del siglo XIX, frecuentemente vinculada a talleres textiles. Una deficiente iluminación artificial termina generando, junto con otros factores, graves carencias en materia de seguridad y salud laboral.





En 1918 entró en servicio la fábrica de papel. Una vez que llegaban las materias vegetales a la planta, comenzaba el proceso de fabricación. Este se dividía en cuatro etapas fundamentales: obtención de la pulpa, elaboración de la fibra, prensado y secado. Los productos químicos eran suministrados por mismas factorías ubicadas a pocos metros, dentro del Cerco. Solamente era necesario importar la cola o engrudo, desde la península escandinava. El producto final era papel Kraft para la manufactura de sacos y embalajes.





Ambas plantas alcanzaron su pleno funcionamiento en 1918, una vez terminada la Primera Guerra Mundial. Según datos aportados por la Estadística Minera de España, en 1919 fueron producidas 249.746 toneladas de papel de embalaje y 412.650 de sacos. Los productos que acababan conteniendo eran superfosfatos, productos químicos y minerales. La misma publicación explica que los tejidos se elaboraban a base de papel cortado mecánicamente en finas tiras. Estas se retorcían formando finos cordones que posteriormente eran enrollados en bobinas. Éstas eran pasadas a los telares mecánicos en donde se elaboraban los tejidos mediante métodos ordinarios. Por otro lado, al papel destinado a embalaje se le forraba con una fina capa de algodón, dotándolo así de mayor consistencia.









Estas dos fábricas, muy vinculadas entre sí como acabamos de ver, fueron levantadas en una parcela de unos 85200 metros cuadrados dentro de la demasía Santa Rosa, junto a las demarcaciones mineras de El Chimbo y La Terrible. Justo en frente del Cerco, el gran espacio en donde SMMP concentró sus mayores activos industriales de la zona. Ambas estuvieron completamente electrificadas desde el principio, dado que SMMP contaba con una central termoeléctrica ubicada en el vecino Cerco. Desde ella la compañía suministró electricidad a sus industrias y explotaciones mineras dentro y fuera del Valle del Guadiato. La existencia de una chimenea junto a las antiguas instalaciones de la papelera se justifica por la etapa de secado del papel. Para tal efecto se empleaban carbones de mala calidad que eran poco competitivos fuera de las demandas internas de SMMP.



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