El pasado sábado día 3 de noviembre
se materializó el esperado viaje organizado por la Asociación Extremeña de
Amigos del Ferrocarril entre Almorchón y Alhondiguilla. El día fue oscuro y
lluvioso. Esto, en unos momentos, añadía encanto al ver los campos empapados y
los arroyos corriendo, pero en otros, cuando las precipitaciones eran intensas,
dificultaba el poder hacer fotografías.


Poco después de las diez de la
mañana, partimos de la estación de Almorchón, atravesando hermosos campos
de encinas. La primera parada la
realizamos en el puente metálico sobre el río Zújar. Se permitió que lo
pasajeros bajasen para realizar fotografías al tren. De hecho, pensábamos que
este iba a cruzar el puente con el fin de ser fotografiado. Finalmente no fue
así. Pero al menos nos sirvió para ver el punto donde estuvo anclada una aguada
y la casa donde se debió de ubicar la bomba que elevaba el agua desde el río Zújar,
además de poder apreciar la mencionada infraestructura. El trayecto prosiguió
atravesando dehesas y cruzando numerosos pasos a nivel sin barreras. Amargo fue
para mí, ver la desaparición de la estación de Zújar de Córdoba, en el kilómetro
19.211. Hace años tuve la suerte de visitar estas instalaciones. Impresionaba
ver sus dimensiones y número de vías, tratándose de una estación “en medio del
campo”. Supusimos que atendió los servicios agrarios y ganaderos de las fincas
de la zona y sirvió para el cruce de trenes y abastecimiento de agua de las
locomotoras de vapor. Seguramente, en la última renovación de vía fue demolida.




El primer núcleo de rural con
estación, en esta línea, desde Almorchón es Valsequillo. Durante un rato, el
tren permaneció parado para permitir que los pasajeros bajasen a ver la
estación, que de momento no ha corrido la misma suerte de Zújar de Córdoba,
pero sigue siendo víctima del olvido y el vandalismo. Fue entrañable ver cómo
un grupo de niños del pueblo esperaba junto a la vía para conocer el tren. Era la
primera vez que muchos de ellos veían un tren transportando personas. Cosas de
la España moderna.
En La Granjuela, paramos para que
montasen unos viajeros. Tras pasar el desvío al apartadero de El Porvenir, ya
en desuso por el cierre de las minas de carbón, llegamos a la estación de
Peñarroya. Desde 1974 esta imagen no se veía. Ese fue el año en el que circuló
el último tren de viajeros, por lo que la imagen del pasado sábado se puede
considerar histórica.
En el poco tiempo que estuvimos en
Peñarroya, llevé a mis amigos a realizar una visita exprés por El Cerco. Apenas
pude enseñarles las instalaciones de la vía estrecha y de lejos la fundición de
plomo. Cuando regresábamos, la lluvia empezó a caer con fuerza, teniendo que meternos
en el tren corriendo. Tuve también la grata compañía de mi familia, que vive en
Peñarroya-Pueblonuevo.
La siguiente parada fue Belmez, cuya
estación también fue derrumbada. Sin comentarios.
Una vez en Espiel, comimos en las instalaciones
del albergue que desde hace años hay en su estación. De hecho, el comedor está
en el antiguo muelle de mercancías. Este es un buen ejemplo de cómo recuperar y
explotar el patrimonio ferroviario e industrial.


Por último, llegamos a Alhondiguilla.
En dos tramos, el actual trazado de la línea es diferente al original. Esto es
debido a la creación de embalse de Puente Nuevo. Como se puede apreciar en las siguientes
imágenes, a través de Google Earth, el trazado primitivo queda dentro de la
zona inundable del mencionado pantano. De hecho, la estación de Alhondiguilla
que conocemos actualmente es de “reciente” construcción. Ahora no dispongo de
datos al respecto y prefiero no meter la pata. Pero en un principio, sitúo el
cambio en la década de los sesenta o primera mitad de los setenta del siglo
pasado. Me informaré y realizaré un texto al respecto. Pensemos, eso si, que la
estación original está bajo las aguas del embalse que sirve de abastecimiento y
refrigeración a la central térmica de Puente Nuevo.


Tras un rato para dar tiempo a
visitar las instalaciones, el tren chárter partió de vuelta a Almorchón, efectuando
paradas para que se apeasen viajeros. Bajo una intensa lluvia, volvimos a
recorrer los hermosos parajes del Valle del Guadiato. La verdad, todavía no me
creo que haya vivido esta experiencia. Desde pequeño mi familia me contaba sus
viajes en tren desde Peñarroya hasta Madrid, haciendo transbordo en Almorchón. Mi
madre me relataba como salían por la mañana (temprano) de Peñarroya y llegaban de
noche a la estación de Atocha, rociados de carbonilla. También me contaba como
en cada viaje se creaban amistades entre los niños, dentro del tren, jugando
por los pasillos o espacios de acceso a los coches. Como el tren no iba muy
rápido, a mi medre le gustaba sentarse en la puerta del coche e ir contemplando
el paisaje. Estos testimonio crearon en mi una mitología, férrea y romántica,
sobre todo cuando me tocaba hacer inhumanos viajes en autobús, por tortuosas
carreteras, echando hasta el hígado en una bolsa de plástico. ¡Cuando añoré el
tren que no llegué a conocer! Pues el otro día lo conocí.
Una vez expuesto el transcurso de la
jornada, voy a reflexionar sobre ello. Creo que el viaje fue un éxito y se
mostró el potencial turístico del Valle del Guadiato. Por suerte, hace unos
años la vía fue renovada y permite una circulación decente. Aún quedan
estaciones en pie e incluso una utilizada como albergue. Por otro lado, me
siento en la obligación de criticar a los organizadores por vender más billetes
que asientos tiene el tren. Éste iba abarrotado de gente y casi hubo peleas por
coger sitio. Una situación así no se puede consentir. Estoy de acuerdo con que
se vendan billetes para ir de pie, pero avisándolo y aplicando una reducción en
la tarifa. Y el resto, se numeran para evitar situaciones embarazosas o
violentas. Los amantes del ferrocarril podemos aguantar de pie, apostados en la
puerta del tren. Pero los acompañantes, desde ancianos o hasta niños, nos
pueden mandar a la porra por meterles en semejante situación. Incluso los
aficionados también necesitamos y disfrutamos viajar sentados y no hacinados de
pie como animales. Este hecho no se puede repetir, ya que es de esas cosas que
nos sitúan como un país del norte de África y no de la Europa que pretendemos
imitar. Menos mal que no vi turistas extranjeros, por que vaya imagen. Por último,
comento y no responsabilizo a nadie, fue una pena no coincidir en la estación
de Peñarroya con el también histórico encendido de chimeneas de El Cerco, con
motivo de la primera jornada dedicada a su memoria.

