Creo que fue hace 10 años, cuando
realicé mi último viaje en la cabina de una 319 entre Peñarroya y
Alhondiguilla. Siento mucha nostalgia recordando aquella mañana de maniobras,
que pasé andando por la estación de Alhondiguilla, a mi aire. Investigué,
cotilleé, hice fotografías y admiré el paisaje. Todos los ferroviarios fueron
muy majos conmigo y respondieron pacientes a mis interrogatorios. Además, me
trataban como si fuese alguien más de la parroquia. No sé cuanto habrá cambiado
aquello. Ojalá que no mucho.
Juraría
que fue en aquella jornada, cuando al final de ella, salimos con una de las
locomotoras hasta el Vacar en busca de un convoy formado por vagones de bordes
altos cargados con troncos de encina. Era impresionante ver, como una vez
dejada la central térmica atrás, la vía parecía que se iba a desparramar a
nuestro paso, por su mal estado. Íbamos a unos 10 km/h o lo que creo que
llamaban paso de hombre, por qué no se sabía lo que nos podíamos encontrar. Me refiero
a desprendimientos de rocas o vacas muertas en medio de la vía. Penetrar en aquellos
túnenles me puso la carne de gallina, observando la sucesión de nichos en sus
muros y el aliento del olvido. Tras las debidas maniobras de enganche, nos fuimos
a tomar un café enfrente de la estación, sin prisa alguna. Fue algo
inolvidable.
Buenas tardes. Estoy recopilando información para un trabajo sobre el transporte de madera por ferrocarril y me ha llamado la atención ese cargadero de encina El Vacar.
ResponderEliminarPor eso me interesaba conseguir algo de información e imágenes, este es un trabajo serio, citandose fuentes y con autorizaciones.
Gracias de antemano, Pablo Martínez Pérez.