En
mi caso se cumplía aquello de que las bicicletas son para el verano. Creo
recordar que en la misma época en que conocí a Jerónimo López Mohedano,
descubrí también la estación de Pueblonuevo del Terrible, de la desaparecida línea
de vía métrica Peñarroya a Puertollano y Fuente del Arco.
Una tarde, volviendo del Llano en el coche
de mi tía, me llamó la atención una casa en la Avenida, con cierto aire
ferroviario. En ese momento, mi madre me contó que en aquel punto estuvo un
paso a nivel de la vía estrecha. Ya me habían contado que por Pueblonuevo
existía una antigua estación sin vías. Así que lo vi claro. A la mañana
siguiente, agarré la bicicleta que había en la casa de mis abuelos y emprendí
la expedición. Al llegar al paso a nivel de la Avenida, giré hacia la
izquierda, subiendo la calle, que por dimensiones daba la impresión de haber
sido la base de una vía de ferrocarril. El pedalear mereció la pena, cuando
enfilé la recta que al fondo mostraba una estación monísima, son su muelle de mercancías
y todo. Además, había otra caseta de paso a nivel, de las mismas
características que la anterior y que tantas otras que fui descubriendo con los
años por el Valle del Guadiato, los Pedroches y Alcudia.
Por suerte, me había llevado, además de
agua, la cámara de fotos de mi tía Carmen. Nunca dejaré de agradecerme a mí
mismo aquel detalle. Aunque no son fotografías buenas, las tengo mucho cariño.
Aquel fue mi primer paso en la exploración
del patrimonio ferroviario, cruelmente abandonado, de Peñarroya.
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