La semana que termina comenzó con la
triste noticia del fallecimiento de Javier Aranguren. Además de un gran
aficionado al ferrocarril, ha sido autor de artículos y monografías que son un
referente para quienes pretendemos investigar y divulgar el mundo del ferrocarril.
Nació en Madrid en mayo de 1944 y se
doctoró en Ciencias Económicas en 1970 por la Universidad de Madrid. Entre
otros cargos, en el mundo del ferrocarril, fue Presidente de la Asociación de
Amigos del Ferrocarril de Madrid y Vicepresidente de la Federación Española de
Amigos del Ferrocarril.
A la hora de investigar y arrojar
luz sobre la historia del ferrocarril y la industria es fundamental el trabajo
previo aportado por otros. En la mayoría de los casos no se trata de inventar
nada o gestar grandes actos de genialidad. Sino de contrastar y estudiar la
obra de otros. Y es en esto donde Javier Aranguren ha realizado una labor
incalculable a través de sus monografías sobre el ferrocarril español. Dentro
de la gran oscuridad documental que rodea la historia de los ferrocarriles que
fueron creados o tuvieron que ver con la Sociedad Minera y Metalúrgica de
Peñarroya, el libro Automotores Españoles, 1906-1991 es imprescindible. Sin él
yo no hubiera podido redactar la entrada más visitada de este blog; “Los Billard de Peñarroya”. Dicho trabajo
no es más que un resumen de los datos e imágenes aportados por Javier Aranguren
sobre los automotores Billard. Es más, el hecho de que permitiese la
reproducción de textos e imágenes con la condición de mencionar la fuente, me
permitió poder llevarlo a cabo. Por tanto, le estoy muy agradecido.
A Javier Aranguren le conocí en el
Ferrocarril de las Delicias, gestionado por el Círculo Madrileño Ferroviario,
una mañana de sábado de hace un montón de años. Yo debía de tener 16 años.
Apenas conversamos, ya que estuvo poco tiempo y nunca más volví a coincidir con
él. Admiro la realización personal y profesional que se consigue a través del
esfuerzo y dedicación personal. Y que no pasa por el uso de mentiras, aprovecharse
de la debilidad física, mental y moral de los demás, además de su trabajo e
ilusión. Y hasta el momento no me consta que Javier Aranguren haya dedicado su
vida a estos menesteres. Si es una figura en el mundo de la historia
ferroviaria en España, estoy convencido que es por las horas, horas y más horas
de esfuerzo y concentración que hay detrás de sus obras. Tampoco debió ser un
santo, como creo que ninguno lo somos. Hay que evitar beatificar a las grandes
figuras, algo que en España solemos realizar con mucha inercia y frecuencia.
Descanse en paz.
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