A
continuación doy difusión a un hermoso y nostálgico poema publicado por Ricardo
F. Murillo en una conocida red social, hace unos días. Lo encontró entre sus
papeles y fotos antiguas. Y está dedicado a la mina Antolín y más concretamente
a su desaparecido castillete metálico.
La
mina Antolín fue una de las explotaciones de carbón de hulla más importantes
del Valle del Guadiato. Como comenté en una de mis anteriores artículos, dicho
castillete midió 30 metros de altura. El complejo ocupó 42500 m2 y
contaba con taller de cribado, lavadero, balsas de decantación, edificio de
lampistería, oficina de capataces mineros, sala de obreros, sala de petacas y
materias inflamables, talleres mecánicos, edificios para oficinas técnicas y
administrativas, básculas para pesaje de vagones y camiones, laboratorio
químico y enfermería. Todo un complejo minero que hubiese dado lugar a un museo
de primer nivel a escala nacional y europea. Pero cuya oportunidad se perdió,
simbolizada por el derribo y desguace de su castillete.
(www.mtiblog.com)
(www.mtiblog.com)
Según
indica Francisco J. Aute en sus comentarios en la misma red social, el
castillete sobrevivió algunos años al cese de la explotación minera, con el fin
de dar servicio a otras minas que continuaron funcionando en las proximidades.
La razón fue el tremendo entramado de túneles y vías ferroviarias que existió
en las entrañas de esta zona del Valle del Guadiato y que conectó distintas
explotaciones. Mediante el castillete del Antolín se extraían carbones hasta su
lavadero y se introducían materiales y utillajes necesarios para la explotación.
Pero, posiblemente antes de 1959, esta hermosa estructura de acero fue
desguazada por Hierros Solana, castrándose así cualquier opción de futuro
cultural y turística. Hoy día muchos lo calificaríamos y denunciaríamos como un
crimen patrimonial. Pero hay que admitir que en aquella España culturalmente atrasada
esas actuaciones eran admitidas como cosas normales.
Vista aérea del complejo en 1956-1957 (mapadebolsillo.com)
Lo que queda
Apunta
también Francisco J. Aute a que “El Degollao” fue una persona bastante conocida
en la barriada del Cerro de Peñarroya-Pueblonuevo, por aquél entonces. Cree que
perteneció a una familia de mineros y es posible que el apodo hiciese
referencia a toda la familia.
Gracias
a Ricardo F. Murillo por compartir este documento y permitirme publicarlo. Y a
Francisco J. Aute por sus comentarios y aportaciones históricas e
intrahistóricas.
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